La seducción de lo orgánico: Zaha Hadid


Atender la arquitectura de Zaha Hadid representa entregarse, de cierto modo, a la contemplación. No al embelesamiento, sino a la mirada atenta, que viaja por la superficie del edificio, como acariciando - por qué no; de hecho, es completamente factible - las paredes.


Las formas onduladas hacen pensar en un lenguaje sin determinismos mas con un claro mensaje: la seducción de la mirarda. La mirada como deseo implica en cierta medida la posesión del objeto. En este trance, la participación de los demás sentidos se vuelve necesaria: transitar es la forma en que cumplimos ese deseo.


Sin saberlo, andar significa llevar los sentidos al objeto y, en el caso de un edificio, transitarlo es la manera en que nos relacionamos con él porque se trata del lenguaje del espacio. Olores, sonidos, texturas y formas: de eso está hecha la significación del espacio; y el edificio determina la percepción de esos estímulos.


Eso es lo único que hace falta. Sin embargo, cuando sólo se tiene la mirada, el tránsito es más bien imaginario. Las formas curvas de estos edificios y su apariencia orgánica dan la idea del movimiento; de fluir. El edificio transita con el expectador. Es un paseo estético porque esta arquitectura es también una obra de arte.



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