Enunciación y silogismo / Inocencia y sencillez / William Blake y Alberto Caeiro


Leyendo Cantos de inocencia y de experiencia (W. Blake, a. XVIII), algunos versos hacen pensar que se tratan de un referente poético de El guardador de rebaños de F. Pessoa (usando su heterónimo Alberto Caeiro). Versos como estos:


Porque es humano el corazón de la Misericordia,

humano es el rostro de la Piedad,

y el Amor, es humana forma divina,

y la Paz, una vestidura humana.

Por eso todo hombre, de cualquier latitud,

que rece en su desventura,

le reza a la humana forma divina,

Amor, Misericordia, Piedad, Paz.

(«La imagen divina»)


Este fragmento antropomorfiza las características divinas, rebajándolas «inocentemente», con cierta sencillez, digamos - el discurso del poemario desde el principio contiene alusiones bíblicas relacionadas con figuras infantiles, canciones de cuna, etc. -. Algo parecido se hace en El guardador de rebaños, de aspecto panteísta. Un elemento así se halla al principio del libro de Blake:


Mira hacia el sol naciente: allí vive Dios,

y brinda su luz, y distribuye su calor;

y flores y árboles, bestias y hombres reciben

alivio por la mañana y júbilo al mediodía …


Pessoa:


Pero si Dios es los árboles y las flores

y los montes y la luna y el sol

¿para qué le llamo Dios?

Le llamo flores y árboles y montes y sol y luna.


Por supuesto, la relación es temática; la forma en que se aborda, primeramente en Blake, es desde la seguridad de que Dios es el sol; y en Caeiro, Dios es la «naturaleza» (incluído el sol) desde el razonamiento aparentemente sencillo que quita ya a Dios su nombre más genérico (ya, anulando todo nombre propio).


En uno identificación; en otro, borramiento; anulación; una realidad no abstracta. Esta «sencillez» del guardador de rebaños se emparenta con la «inocencia» del poema de Blake y, es esto - más que cualquier evidente señalamiento/declaración panteísta - es lo que podría entenderse como intertextualidad entre los poemas aludidos.


La inocencia de una declaración enunciativa y la sencillez de ese pastor que observa desde el silogismo (está claro que la identifiación entre Dios y el sol es enunciativa, desde el punto de vista performativo; asimismo, el razonamiento en el poema de Pessoa, parte de la premisa de que el conocimiento está en la experiencia:


Yo no tengo filosofía, tengo sentidos...

Si hablo de la Naturaleza no es

porque sepa lo que es

sino porque la amo,

y la amo por eso,

porque quien ama nunca sabe lo que ama

ni sabe por qué ama, ni lo que es amar...

Amar es la eterna inocencia,

y la única inocencia es no pensar...


Y así añade: «No creo en Dios porque nunca lo vi». De ahí que lo que se ha contemplado - esa forma inocente de ver el mundo - sea la única verdad; una verdad, precisamente, sencilla, pero que desbanca silogísticamente la tradición metafísica mediante lo inmanente).



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